Al señor Poirot ya no le funcionaban sus pequeñas células grises.
Desde otra dimensión, maldecía a Ágata por haberlo matado; él no podría
llevarla a la cárcel como lo hizo con otros tantos asesinos.
”Podría haber sido peor”, se conformaba observando desde arriba lo bien que lucía con su espléndido bigote, dentro del ataúd.
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