En esta soledad empedernida
en que el pasado con el tiempo danza,
en la que, ausente el espíritu del
vino
envejecen recuerdos,
se enternecen rencores
y agonizan proyectos
sin esperanza de resurrección,
me pregunto cuáles son
los sueños que nos quedan;
cuáles, las escrituras
que interpretarse puedan
de manera tal
de revertír ese mísero destino
al que invevitable
e indeliberadamente
se ha conducido el hombre.
Mirándose,
de espaldas al espejo,
se ve frente a la reja compañera,
y esas manos, que siempre
estuvieron cerradas al amigo,
Tal vez llore y clame
por una oportunidad nueva,
para que el hoy sea todavía,
y el futuro, la promesa de un mañana
con el perdón que llega.
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